Levanto la mirada por novena ocasión para observar que del frondoso árbol (del que sólo he puesto atención a 8 hojas, ahora 9, de las cientos que han ido caído), queda pendiendo de una rama la última hoja.
Es la hoja más horrible que de este árbol puede caer, por su amorfismo extremo y sus colores obscuros y sin vida, es que la hoja provoca en mí sensaciones de repugnancia, ira y nauseas.
Por fin se desprendió de la rama de manera sumamente violenta, va cayendo con movimientos altamente desorganizados y bruscos, golpeando a las demás hojas que se atraviesan en su camino; con sus contornos filosos las trata de cortar, de destruir.
Algo contradictorio en esta hoja es que no disfruta ser lo que es , sin embargo, no está dispuesta a desaparecer, sólo se esconde durante pequeños lapsos.
Está exageradamente seca, aún así, no hay viento que pueda destruirla...
Al pasar frente a mis ojos, en los últimos segundos de su descenso, me regala un inmenso malestar, el cual, guardaré junto a los anteriores regalos.
Cuando finalmente cae al suelo, siento deseos de acabar con su existencia, pero me detengo cuando comprendo que de destruirla, sólo confirmaría su esencia.
Es la hoja más horrible que de este árbol puede caer, por su amorfismo extremo y sus colores obscuros y sin vida, es que la hoja provoca en mí sensaciones de repugnancia, ira y nauseas.
Por fin se desprendió de la rama de manera sumamente violenta, va cayendo con movimientos altamente desorganizados y bruscos, golpeando a las demás hojas que se atraviesan en su camino; con sus contornos filosos las trata de cortar, de destruir.
Es ahora cuando reflexiono qué me asusta en realidad de esta hoja, y llego a la conclusión de que me asusta porque ya la he conocido, de lo contrario no estaría escribiendo de ella.
Algo contradictorio en esta hoja es que no disfruta ser lo que es , sin embargo, no está dispuesta a desaparecer, sólo se esconde durante pequeños lapsos.
Está exageradamente seca, aún así, no hay viento que pueda destruirla...
Al pasar frente a mis ojos, en los últimos segundos de su descenso, me regala un inmenso malestar, el cual, guardaré junto a los anteriores regalos.
Cuando finalmente cae al suelo, siento deseos de acabar con su existencia, pero me detengo cuando comprendo que de destruirla, sólo confirmaría su esencia.
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