Una segunda hoja se ha desprendido del árbol, tiene un llamativo color similar al del fuego.
Esta hoja, al caer, fue explorando nuevos caminos, de manera atrevida, de manera impulsiva, nunca pensó dos veces sus decisiones, simplemente las tomaba.
No existen límites para ella, todo el tiempo, todo el espacio, todo el todo se convierten en una caja que pretende ser la jaula de esta hoja, pero aunque la celda estuviese hecha de amalgamas de oro y metales místicos con un candado de fuertes e inquebrantables rocas, más inquebrantable y fuerte es la voluntad de esta hoja.
La hoja congenia de manera sublime con el aire, sólo actúan, no se preocupan por las consecuencias. Es realmente hermosa la convivencia, la actitud, la hoja misma.
Va cayendo la hoja, pasa junto a todas las que siguen resguardadas en el árbol, es tan intensa su flama que ha logrado marcar todo el camino, todo el sendero; deja un aroma cálido proveniente de la estela de fuego, misma estela seductora, irresistible, peligrosa.
Toda mi atención se ha centrado en el descenso de esta belleza y desearía que nunca dejara de caer; el momento, el inevitable momento en que la hoja se pose sobre el suelo, gran parte de la esencia del árbol se habrá consumido, lo cual me lleva a reflexionar, ¿por qué fue esta hoja en especial la segunda en abandonar la rama, si por lo mismo que ésta representa, debió ser la última? y encuentro que la razón de esto es la enseñanza obsequiada del árbol hacia mí, en la cual debo observar y aprender que aquella gran flama siempre habré de mantener encendida.
Esta hoja, al caer, fue explorando nuevos caminos, de manera atrevida, de manera impulsiva, nunca pensó dos veces sus decisiones, simplemente las tomaba.
No existen límites para ella, todo el tiempo, todo el espacio, todo el todo se convierten en una caja que pretende ser la jaula de esta hoja, pero aunque la celda estuviese hecha de amalgamas de oro y metales místicos con un candado de fuertes e inquebrantables rocas, más inquebrantable y fuerte es la voluntad de esta hoja.
La hoja congenia de manera sublime con el aire, sólo actúan, no se preocupan por las consecuencias. Es realmente hermosa la convivencia, la actitud, la hoja misma.
Va cayendo la hoja, pasa junto a todas las que siguen resguardadas en el árbol, es tan intensa su flama que ha logrado marcar todo el camino, todo el sendero; deja un aroma cálido proveniente de la estela de fuego, misma estela seductora, irresistible, peligrosa.
Toda mi atención se ha centrado en el descenso de esta belleza y desearía que nunca dejara de caer; el momento, el inevitable momento en que la hoja se pose sobre el suelo, gran parte de la esencia del árbol se habrá consumido, lo cual me lleva a reflexionar, ¿por qué fue esta hoja en especial la segunda en abandonar la rama, si por lo mismo que ésta representa, debió ser la última? y encuentro que la razón de esto es la enseñanza obsequiada del árbol hacia mí, en la cual debo observar y aprender que aquella gran flama siempre habré de mantener encendida.
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