29/12/10

This is a story about...





Esa mañana, a las 9 en punto, la alarma despertadora sonó como lo hacía cada día de lunes a viernes. Luis abrió los ojos un tanto adormilado, demasiado adormilado, con el peso de un flat coated retriever a su espalda, quien roncaba plácidamente, con una de las patas delanteras estirada hacia arriba, la otra semiflexionada. Una tranquilidad que transmitió a Luis en su misma cama, una tranquilidad que le motivó a terminar con el sonido de la alarma definitivamente para continuar con el sueño por alrededor de 47 minutos más. A las 9 con 47 minutos y algunos segundos más, aún rodeado de la obscuridad que brindaban las cortinas azules de su recámara, Luis se levantó de su cama para dirigirse, como lo hacía de manera rutinaria, hacia el baño, a paso lento y torpe, por la incertidumbre y predisposiciones que llevaba arrastrando desde hacía unos días antes y en parte por la transición del sueño al momento en que terminaría por despertar completamente. En el cuarto de baño, la luz de la mañana se hacía más intensa y obligaba a despertar con mayor rapidez. Acto seguido, se dirigió a la cocina para echar un vistazo alrededor, buscando el que sería su primer alimento, buscó en el refrigerador, en la alacena, y regresó a su recámara con las manos y el estómago vacío; decidió por, simplemente, vaciar los restos de un café de 5 días atrás en el cesto de basura y colocar dos cucharadas de café molido fresco. Colocó el dedo dentro de la cafetera para calcular el nivel de agua y lo rellenó en la medida que terminaría por completar una taza. En tanto se preparaba el café, se sentó frente a su computadora vieja, tomó la cajetilla de cigarros y mientras seguía torturándose medianamente con ideas confusas y preconcebidas rompió una de sus reglas matutinas, aquella que le impedía fumar sin haber probado alimento, sin haber bebido ningún líquido.

Una serie de dudas recorrían por su cabeza una y otra vez a medida que se iba consumiendo el cigarro. Pensamientos de promesas rotas, de huecos inexplicables, de conductas contradictorias, todo ello mientras miraba fijamente el humo que salía de la taza de café ya servida. Sensaciones de desplazamiento y abandono que iban generando la simulación mental de una respuesta. El enojo mezclado con la decepción de haber creído en un futuro que al momento se mostraba etéreo le llevaban a pensar de manera impulsiva y viceral, aún cuando él sabía, de alguna manera, que bajo esas emociones no debía tomar decisiones definitivas.


Releía mentalmente aquellas palabras que leyó en su celular, quiso “unir los puntos” de una serie de conductas pasadas, buscar incongruencias, de alguna manera parecía que estaba resolviendo un cuaderno de actividades y acertijos, mas no con datos que se pueden consultar en enciclopedias, libros o programas de televisión, sino con fragmentos de su vida, de su realidad.


Minutos más tarde consideró que necesitaba una distracción y fue cuando decidió poner una de sus películas preferidas y se acostó nuevamente en la cama, cubierto por una sábana, un par de cobertores y un edredón. Película que fue interrumpida poco más de una hora de haber comenzado por el tono de un mensaje entrante en su teléfono celular, al escucharlo, su corazón se aceleró, sintió como la circulación de su sangre rápidamente recorría cada una de sus extremidades, y con un poco de nerviosismo tomó el teléfono para ver que el mensaje recibido no era el que habría esperado, era un mensaje de su madre solicitándole que se comunicara con ella. Esto representó, desde el inicio del día, un desbalance total hacia como lo había planeado una noche anterior.


Se dirigió a la regadera con cierta prisa, se puso las primeras prendas que tenía a la mano, sin preocuparse siquiera de que combinaran, y fue así como pasados 30 minutos de las 11 salió de su departamento.


En el camino a su destino seguía pensando en qué es lo que ella, quien le mandó aquel mensaje noches antes, tenía que hablar con él, que es aquello que no le iba a gustar nada, por supuesto pensaba lo peor, una especie de deja vù sobre un día a principios de octubre.


La tarde de Luis transcurrió lo más tranquila que él trató de hacérsela, invadida con pequeñas dosis de taquicardia cada vez que se comunicaba mediante mensajes de texto con ella para ponerse de acuerdo en la hora y punto de reunión. Cada vez, invadido y dando por hecho que era aquello “que no le iba a gustar”, estaba más aferrado a su respuesta repasada una y otra vez en su cabeza.


En la obscuridad propia de la noche pasadas las 19 horas del día reconsideró sobre su reacción, pero aferrado a lo que ya tenía practicado procedió a tomar un par de bolsas y sacar cosas de la cajonera, cada vez que se acercaba la hora con un poco más de ira, con un poco más de temor, con una frustración hacia él mismo por volver a creer, por sentirse nuevamente engañado, esto sumado a una serie de molestias que traía arrastrando de varios días atrás, de una par de semanas o más.


Una vez listo para salir dudó sobre el cómo estaba actuando, titubeó y se ignoró a si mismo, el plan ya estaba trazado, mismo del que ya no estaba tan seguro al momento en que iba camino a casa de ella. La taquicardia cada vez era más intensa, las dudas eran más pero las calmaba convenciéndose de las incongruencias sucedidas últimamente.




Sentados frente a frente, en la mesa de la cocina, en un silencio que apenas era invadido por el mecanismo de un reloj, por el lejano ruido de algún camión pasando por la calle a varios metros de ellos, el contemplaba fijamente las betas de la madera barnizada de la mesa, buscando patrones, intersecciones de líneas, recorriéndolas con las yemas de sus dedos a la vez que pensaba en cuan estúpido había sido, en cómo una acción que debió y supo que tuvo la oportunidad de deshacer en tan sólo 3 ó 5 segundos pudo y fue tan significante y catastrófica, pensando en que aún, cuando ya estaba consiente de los riesgos quiso seguir adelante, en cómo la confianza que durante meses se había dedicado en edificar se desmoronaba frente a sus ojos, la ira se volvió hacia él. ¿Por qué no había esperado un poco más? ¿Si tan sólo hubiera escuchado antes? En ese silencio que los rodeaba se cruzaban sus miradas, llenas de todo tipo de emociones: amor, enojo, decepción, rencor, arrepentimiento, tristeza, pesar… Roces de piel que eran interrumpidos de manera abrupta por una determinación hacia el final de todo.


El llanto de ella destrozó por completo el silencio. Se comenzó a pautar el término de todo aquello que habían pasado juntos.



… y contó 6 colillas de cigarro mientras continuaba con su escritura, prendió uno más y se percató del temblor en sus manos, pudo sentir como sus músculos faciales le marcaban una expresión de profunda tristeza, observó su habitación y se percató de que hacía días o guardaba su ropa, recordó que ese martes no tendió su cama, no recogió la pelusa que estaba atrapada bajo el pedestal de su bocina, no tiró el pedazo de papel aluminio que estaba abandonada en el centro de su escritorio. Sintió que el hueco que tenía dentro se iba haciendo más grande y doloroso, supo cuanta falta le hacía ella…


“Because it's a book about a man who doesn't know he's about to die. And then dies. But if a man does know he's about to die and dies anyway. Dies- dies willingly, knowing that he could stop it, then- I mean, isn't that the type of man who you want to keep alive?” -Kay Eiffel (Stranger than fiction)-

17/12/10

Cheap Whiskey Night

Sé que tal vez, taaaaaaaal vez no debería estar escribiendo esta noche bajo el influjo del Cheap Whiskey pero en fin. Es necesario que lo haga.

En un principio consideraría este post como uno acerca de la responsabilidad y la madurez, y así es como, hasta este momento lo tomaré así (nuevamente haré uso de la escritura en tiempo real -ver un par de posts anteriores-). Para comenzar describo el escenario tal cual: Clash está chingue y jode con su pelota desinflada, yo sigo con los pantalones grises de mezclilla y la playera de manga larga gris oscuro que me llevé a la oficina y por supuesto, a mi inmediata izquerda un pequeño vaso donde acostumbro tomar mi bourbon, el cual está a la mitad y a la derecha un vaso old fashion con agua simple (quesque para irle rebajando a cada trago); de música, Nick Cave, The ship shong versión en vivo. Bueno ese es el panorama muuuuuuuy general de mi estado en este momento.

¿Por qué escribo ahora que son las 00:14 am del viernes? Pues bien, desde hace algunos días se me ha presentado una "situación" a la que, o mejor escrito, de la que hace algunos meses me hubiera "frikeado" terriblemente, sin embargo, ahora es "una situación" -pausa: tal vez no vayan a entender muy bien de que escribo ahora porque me voy a ir muy mmmmmmmm... codifificado en este momento entonces si no les gusta la idea, igual y podrían revisar post anteriores y ver videos o descargar material. Fin de la pausa- ¿En que estaba? Ah, sí, la situación que me hubiera frikeado; pues bien, actualmente me doy cuenta de que estoy en el escenario, con los protagonistas y contextos en que "algo" de lo que huía, hace meses, ahora se hace una realidad y una realidad que afronto por completo, y no a regañadientes, sino tal cual es.

Quienes me conocen, saben que no soy religioso en la manera convencional, es decir, creo en un algo que determina nuestro destino, el qué nos pasa y por qué, creo en que lo que sucede es en el momento en que debe suceder (aún cuando no lo entendamos) y por una razón en particular. (pffffffft, si voy por cigarros)......................... (Bien, ya regresé) Como iba escribiendo, todo sucede en tiempo y forma, aún cuando no nos guste, aún cuando podamos sentirlo como algo que no merecemos ¿Cómo sabemos que no lo merecemos? pero bueno, aparte de eso, yo soy de la idea de que nada , absulutamente nada se nos pone en nuestro camino que no seamos capaces de manejar. Esto va hacia un "algo" en particular que se ha presentado en mi camino -y en el de alguien más- y aquí es donde sostengo mis palabras y promesas, aquí es donde refirmo que todo lo dicho, no lo escrito sino lo dicho, con anterioridad cobra fuerza y validez. Estoy, y estaré y haré frente y apoyaré yyyyyy... ya llevo unos cuantos "cheap whiskeys" en mi organismo que me indican que mejor dejo de escribir en este momento, yo sé que "Tú" lo entiendes (obviamente ese "Tú" es muy específico) y aquí estoy, y aquí dejo de escribir porque tal como lo indica la canción que curiosamente escucho en este momento: My cup is empty...

7/12/10

3 minutos del día...

En ocasiones, cuando tomo una de aquellas caminatas ociosas, o bien, una caminata de “ya voy muy pinche tarde” me doy cuenta de la poca atención que pongo en mi entorno y tanto que se puede describir en tan solo una cuadra de camino…

Son las 8:55 de la mañana, apenas tengo 5 minutos para estar puntualmente en la oficina, sin embrago aún estoy en casa haciendo una última revisión de las pocas cosas con las que tengo que salir: ¿Llevo las llaves? ¿Llevo los cigarros? ¿Suficientes encendedores? (estos tiendo a irlos perdiendo a lo largo del día) y doy vueltas y vueltas por mi habitación cual perro en lancha cada vez más desesperado al momento en que veo pasar los minutos, 8:57 de la mañana y finalmente salgo del departamento, a pocos metros de la puerta entreabierta del edificio, en la calle, el brillo del día que no alcanza a percibirse desde mi habitación me despierta un poco más, pero no del todo.

Por las escaleras, una vecina baja a toda velocidad con sus hijos para llevarlos a la escuela, imagino que tuvo la misma dinámica, o la menos muy similar a la que describí, pero sumada a que no sólo tenía que preocuparse por lo que ella fuera a necesitar, también debe preocuparse por todo lo de sus pequeñas criaturitas. Baja a toda velocidad y sus hijos son como la estela que va dejando a su paso, siguiéndola al mismo paso pero con mayor esfuerzo debido a sus cortas zancadas y a su vez, a estos les siguen sus mochilas de la misma manera, como una estela.

Una vez que he llegado a la calle continúo con mi rutina del día a día, meto la mano a uno de los bolsillos internos o laterales del saco o chamarra que esté utilizando en ese momento y saco la cajetilla metálica de Camel Rock para extraer un Marlboro, el primer cigarro del día, más por hábito que por gusto -he procurado disminuir ese hábito, incluso he logrado pasar mañanas completas, llegar hasta la tarde sin fumar, pero ese será tema de otro post, por el momento quedaré en la rutina común en la que sí fumo el cigarro camino al metro-. Paso por un puesto callejero de jugos y licuados que en ese momento carece de compradores, seguramente si saliera más temprano de casa vería a oficinistas, médicos, internistas, estudiantes, obreros, etcétera en ese pequeño lugar de dudosa higiene tomando “antigripales” o licuados de chocomilk.

Continúo con mi camino y al detenerme en la esquina del puesto de revistas, un vistazo hacia los encabezados de los distintos diarios, ya sea de interés general o bien, un encabezado sensacionalista de algún acribillamiento en la colonia Buenos Aires, un crimen pasional en la colonia Guerrero o una pelea fuera de una cantina; no es que me guste leer sobre esos sucesos, ni que disfrute ver las fotografías con sesos desparramados, o un sujeto arrestado pero posando intimidantemente sosteniendo un cuchillo o una pistola pero con policías detrás de él y con cara de “ya me chingaron”. No es eso, sin embargo, los encabezados por ocasiones tienden a ser tan jocosos que he de admitir en más de tres ocasiones me han hecho sonreír –también escribiré en otra ocasión al respecto de los encabezados sensacionalistas-. En este puesto veo al encargado sentado, cubriéndose del frío, con un suéter solamente atento de todo, a los peatones que se detienen para ver las revistas, algunos se detienen específicamente a mirar la portada de Playboy o de la revista H Extremo. Alguna puberta que se detiene frente a la revista Corazón de Vampiro con una fotografía de Robert Pattinson caracterizado como Edward Cullen. Un obrero que se detiene frente a un diario deportivo…

Al otro lado, un Seven–Eleven, cada día hay alguien comprando un vaso de café, por lo general es vainilla francesa, tal pareciera que es el único café que venden ahí, incluso, creo que la franquicia podría desechar todos los demás sabores, incluso el café americano y subsistir con la pura venta de vainilla francesa. Particularmente yo prefiero el café americano, negro y amargo, sin pizca de azúcar, sin gota de crema. A un lado de la máquina de café, una pequeña vitrina con pan dulce, donas, muffins, bizcochos, todos ellos, tan ignorados, o al menos yo no he visto en que momento los compran.

Abruptamente corto este pequeño relato de una cuadra de camino, aún necesito releerlo, necesito organizar ideas, necesito poner más atención a mi entorno, a la gente, necesito ejercitar mi imaginación, trabajar en la capacidad de describir la media hora antes y después de una persona con tan sólo verlos cinco segundo, con observar su caminar, sus gestos, aquellas pequeñas señales que van dando a su paso. Necesito salir más temprano de casa, seguramente veré mucho más…

Como de costumbre, si algo quieres comentar al respecto, el buzón de quejas, sugerencias y mentadas, está aquí abajito, verdad de Dios que sí las voy a leer y responder.

Diiiicen que les interesa lo que escribo